Por Carolina Quiroga

Ladrón de gallos
Mi vecino floricultor
me ha robado un ave muy preciada.
Se trata de un gallo color tabaco
que pastaba en una jaula
al fondo del segundo patio de la casa.
No hice ningún reclamo,
simplemente no me atreví.
Cada madrugada caminé furtivo
por la carretera de tierra
que bordea nuestras casas
y acercándome a la suya
escuché de nuevo cantar mi gallo.
Es un ave que canta como el Ángel Gabriel
espantando las sombras,
con cuatro inflexiones musicales bien marcadas.
Este modesto ritual
se prolongó por tres noches.
Tres veces aguardé el amanecer
anhelando escucharlo.
Mi vista y mi oído
se aguzaron de tal manera
en aquel último gesto
de pertenencia sobre el ave,
que sentí,
que la deuda estaba saldada.
Igor Barreto (San Fernando de Apure, Venezuela, 1952)
Después de la lluvia
Sobre la arena mojada aparecen ideogramas
como patas de gallina. Miro hacia atrás
pero no veo refugios o asilos de aves.
Habrá pasado un pato cansado, quizá cojo.
No sabría descifrar ese lenguaje
aunque fuera chino. Bastará un soplo
de viento para borrarlo. No es cierto
que la Naturaleza sea muda. Habla sin ton ni son
y la única esperanza es que no se ocupe
demasiado de nosotros.
Eugenio Montale (Génova, Italia 1896)
(Versión de Carlos Vitale)

A manera de paréntesis
Y hablando de la vida no hay por qué temerle a los fantasmas.
Toda penuria tiene su esperanza y su sigilo.
A veces los sueños nos vienen en una taza de café espeso,
Humeante, sonando al sonido sordo de la madera.
Sé después de andar entre inviernos caóticos,
Que las hormigas mueren viendo espejos inasibles…
André Cruchaga (Chalatenango, El Salvador, 1957)
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