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El Verso

Foto del escritor: prensatiroalblancoprensatiroalblanco


Por Karina Cohen


Y la muerte no tendrá dominio


Y la muerte no tendrá dominio.

Los hombres desnudos han de ser uno solo

con el hombre en el viento y la luna poniente;

cuando sus huesos queden limpios y los limpios

huesos se dispersen,

ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;

aunque se vuelvan locos serán cuerdos,

aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,

aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;

y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.

Los que hace tiempo yacen

bajo los dédalos del mar no han de morir entre los

vientos,

retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,

atados a una rueda no serán destrozados;

la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,

y habrán de traspasarles los males unicornes;

rotos todos los cabos, ellos no estallarán.

Y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.

Y las gaviotas no gritarán en los oídos

ni romperán las olas sonoras en las playas;

donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca

levante su cabeza a los embates de la lluvia;

y aunque ellos estén locos y totalmente muertos

sus cabezas martillearán en las margaritas;

irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,

y la muerte no tendrá dominio.

Dylan Thomas



Una temporada en el infierno


Antaño, si recuerdo bien, mi vida era un festín en el que se abrían

todos los corazones, en el que todos los vinos hacían torrentes.

Una noche, senté a la Belleza sobre mis rodillas. - Y la encontré

acerba. - Y la injurié.

Me armé contra la justicia.

Y escapé. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh aversión, es a ustedes

solamente que confié mi tesoro!

Logré diluir en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre todo júbilo,

para estrangularlo, hice el salto cauteloso de la bestia feroz.

Llamé a los verdugos para morder la culata de sus fusiles mientras

perecía. Llamé a los flagelos para ahogar con arena, la sangre. La

desgracia fue mi dios. Me revolqué en el barro. Me sequé con el aire

del crimen. Aposté con la locura.

Y la primavera me brindó la risa repugnante del idiota.

Pero, cuando estaba casi por decir adiós, resolví buscar la llave que me

abriera las puertas del festín antiguo, donde quizás recuperaría el

apetito.

La caridad es esa llave. - ¡Esta afirmación comprueba que estuve en un

sueño!

Permanecerás como una hiena, etc.... exclama el demonio que me

corona con duermevelas tan amables. Consigue la muerte con todos tus

apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales.

¡Ah! He tenido demasiado: - Pero, querido Satán, se lo suplico, ¡tenga

la pupila menos irritada! Y esperando esas vilezas que se retrasan, para

usted que ama en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o

instructivas, le arranco algunas hojas ominosas de mi carnet de

condenado.

Arthur Rimbaud




La fuente de la sangre


A veces me parece que mi sangre sale de mí a borbotones,

lo mismo que una fuente de rítmicos sollozos.

Claramente la oigo fluir con un largo murmullo,

pero me palpo en vano para encontrar la herida.

Por toda la ciudad, como en su propia finca,

ella se extiende, transformando los adoquines en islotes,

apagando la sed de todas las criaturas,

tiñendo de rojo la naturaleza entera.

He rogado muchas veces a los vinos capciosos

que al menos por un día adormezcan el terror que me consume;

¡el vino aclara la vista y agudiza el oído!

He buscado en el amor un sueño que me haga olvidar;

¡pero el amor es para mí solo un colchón de agujas

hecho para dar de beber a esas crueles mujerzuelas!

Charles Baudelaire

 
 
 

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