El Verso
- prensatiroalblanco
- hace 2 días
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El pasado 26 de julio se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento del gran poeta nacional, #LeopoldoMarechal. El Verso pública tres inmensos textos del Poeta Depuesto.

Descubrimeinto de la Patria
Dije yo en la ciudad de la Yegua Tordilla:
“La Patria es un dolor que aún no tiene bautismo”.
Los apisonadores de adoquines
me clavaron sus ojos de ultramar;
y luego devoraron su pan y su cebolla
y en seguida volvieron al ritmo del pisón.
¿Con que derecho definía yo la Patria,
bajo un cielo en pañales
y un sol que todavía no ha entrado en la leyenda?
Los apisonadores de adoquines
escupieron la palma de sus manos:
en sus ojos de allende se borraba una costa
y en sus pies forasteros ya moría una danza.
“Ellos vienen del mar y no escuchan”, me dije.
“Llegan como el otoño: repletos de semilla,
vestidos de hoja muerta.”
Yo venía del sur en caballos e idilios:
“La Patria es un dolor que aún no sabe su nombre”.
La Patria era una niña de voz y pies desnudos.
Yo la vi talonear los caballos frisones
en tiempo de labranza;
o dirigir los carros graciosos del estío,
con las piernas al sol y el idioma en el aire.
(Los hombres de mi estirpe no la vieron:
sus ojos de aritmética buscaban
el tamaño y el peso de la fruta.)
Yo vi la Patria en el amanecer
que abrían los reseros con la llave
mugiente de las tropas.
La vi en el mediodía tostado como un pan,
entre los domadores que soltaban y ataban
el nudo de la furia en sus potrillos.
La vi junto a los pozos del agua o del amor,
¡niña, y trazando el orbe de sus juegos!
Y la vi en el regazo de las noches australes,
dormida y con los pechos no brotados aún.
La Patria no ha de ser para nosotros
una madre de pechos reventones;
ni tampoco una hermana paralela en el tiempo
de la flor y la fruta;
ni siquiera una novia que nos pide la sangre
de un clavel o una herida.
Yo la vi talonear los caballos australes,
niña y pintando el orbe de sus juegos.
La Patria no ha de ser para nosotros
nada más que una hija y un miedo inevitable,
y un dolor que se lleva en el costado
sin palabra ni grito.
Por eso, nunca más hablaré de la
Patria.
Heptamerón, 1966.

Credo a la vida
Creo en la vida todopoderosa,
en la vida que es luz, fuerza y calor;
porque sabe del yunque y de la rosa
creo en la vida todopoderosa
y en su sagrado hijo, el buen Amor.
Tal vez nació cual el vehemente sueño
del numen de un espíritu genial;
brusca la senda, el porvenir risueño,
nació tal vez cual el vehemente sueño
de un apóstol que busca un ideal.
Padeció, la titán, bajo los yugos
de una falsa y mezquina religión;
veinte siglos se hicieron sus verdugos
y aun padece, titán, bajo sus yugos
esperando la luz de la razón.
Fue en la humana estultez crucificada;
murió en el templo y resurgió en la luz...
¡Y, desde alli, vendra como una espada,
contra esa Fe que germino en la nada,
contra ese dios que enmascaro la cruz!
Creo en la carne que pecando sube,
creo en la Vida que es el Mal y el Bien;
la gota de agua del pantano es nube.
Creo en la carne que pecando sube
y en el Amor que es Dios.
¡Por siempre amén!
Los Aguiluchos, 1922

Solo de silencio
¡Rama frutal llena de pájaros
enmudecidos, estanque negro,
raíz en curva de león
es tu silencio!
Arranca de tus ojos en dos ríos unánimes;
se escurre como el agua pluvial, de tus cabellos;
cuelga de tus pestañas en invisibles gotas
y es un chal en tus hombros morenos…
¡Yo he visto cómo nace
de ti misma el silencio;
yo sé cómo se anudan sus culebras azules
en el gajo temblante de mi cuerpo!
Entra como la noche a los palacios,
invasor y terrible; me acarician sus dedos;
abre el estuche de mis lágrimas;
tiene un frescor de musgo: es el hondero
que se esconde en mi selva de retorcidos árboles
para cazar alondras de recuerdo.
Y entonces, todo yo soy una copa
de tu silencio…
Violines afinados de locura,
tambores secos,
lenguas en una plenitud de ritmos
callan en tu silencio!
Vas a romper en una música
sin frenos;
vas a decir palabras temblorosas
como nidos colgantes en la mano del viento;
a desnudar tu daga de caricias
ya soltarme las fieles panteras de tus besos…
Pero callas en hondos reflujos
¡y otra vez el silencio, el gran silencio!
¡Ah, no me digas nada
que rompa e sortilegio
de tu mutismo: ni la f rase antigua
ni las canciones que ha mordido el tiempo!
Ser buzo y descender hasta la gruta
de tu silencio,
donde se tuercen los corales rojos
de las mordientes ansias y el deseo
es una forma negra, tentacular, sin ruido,
con cien ojos de acecho…
¡Ah, no me digas nada, ni la palabra antigua
ni las canciones que ha mordido el tiempo!
¡Silencio en las albercas de tus ojos,
en tus caricias largas, en tus besos!
Que se duerma en tus labios
una gran mariposa de silencio…
Obra Poética Completa, 1998
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