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El peronismo se reencuentra

  • Foto del escritor: prensatiroalblanco
    prensatiroalblanco
  • 14 jun
  • 3 Min. de lectura

Por Maximiliano Borches

 

La detención e inhabilitación a ocupar cargos públicos para Cristina Fernández de Kirchner, ejecutada por la Corte Suprema de Justicia por orden de los dueños de la Argentina, fue la clave.

 

A partir de esa decisión política de quienes representan el Poder Judicial, y que cambió por completo el escenario político, el gigante invertebrado creado por Juan Domingo Perón comenzó a desperezarse y en pocos días, ocupó la centralidad de la escena política con reuniones y reencuentros en su histórica sede la calle Matheu.

 

Hasta entonces, todo era dispersión y agotamiento en el peronismo. El eje de la discusión del principal partido político de Argentina -y América Latina- giraba en torno a la próxima elección del 7 de septiembre en la populosa Tercera Sección Electoral de la provincia de Buenos Aires, de la que muchos se presentaban como “expertos” en la misma, y donde Cristina se había autoproclamado candidata a diputada provincial. Hoy el eje del debate retoma de a poco a su cauce natural: la organización para volver a presentarse ante el pueblo como alternativa de gobierno y el regreso (de a poco) a la Doctrina Justicialista, cuya fuerza mitológica de acción y guía recobra el protagonismo perdido desde el año 2010, cuando falleció Néstor Kirchner, de quien siempre hay que recordar que no se cansaba de alertar que “nos dicen kirchneristas para bajarnos el precio como peronistas”.

 

El peronismo encarna el mito del eterno retorno argentino. Es la representación simbólica de ese retorno a un pasado mítico donde la realidad adquiere un sentido trascendente (como afirma el filósofo rumano Mircea Eliade). Y esa realidad, cuyo evento mítico (o mitificado) varía según el contexto histórico (17 de octubre de 1945; los derechos de los trabajadores, la niñez y la ancianidad; la Constitución de 1949; las sonrisas de Perón y Evita junto a los trabajadores; el bombardeo a Plaza de Mayo;  los fusilamientos de José León Suárez; la resistencia peronista; el “avión negro”; el retorno definitivo del general Perón; los 30 mil desaparecidos; la CGT de Saúl Ubaldini; la “Década ganada”), hoy la encarna Cristina Fernández de Kirchner, última referente viva del peronismo con peso propio, cuyas acciones de gobierno se emparentan con el recuerdo de la vivencia de la felicidad para millones de sus contemporáneos; que si bien nunca logró ser la síntesis del movimiento peronista, y quedó relegada a ser la referente de un sector minoritario del mismo, logró capitalizar la efusividad de amplios sectores históricamente referenciados con la socialdemocracia, el progresismo en todas sus versiones y la izquierda.

De ahí el seguimiento fanático de muchos (aunque menos que en otros años) a su figura de dirigente política que se expande y engrandece con la luminosidad intelectual y conceptual de sus pensamientos y palabras, no siempre escuchadas por sus seguidores más cercanos, quienes por limitación o ignorancia, solo se animan a interpretar a favor de sus intereses enanos.

 

A Cristina no solo la “tocaron” (“si la tocan a Cristina, que quilombo se va a armar”, todavía cantan algunos alienados de pasiones inconclusas), sino que la jodieron, y más allá de las constantes campañas mediáticas y políticas que estoicamente viene resistiendo hace años, en gran medida también se llegó a esta delicada y compleja situación hartamente anunciada, por la propia incapacidad del peronismo todos estos años, por la debilidad e infantilismo supino de sus referenciados directos (“La Cámpora”, “Nuevo Encuentro” por citar dos claros ejemplos), y por la carencia de ese “óleo sagrado de Samuel”, que todo conductor debe tener, y pocos lo consiguen, según decía Perón.

 

Lo cierto es que producto de todas debilidades hoy gobierna el psicópata de Javier Milei, un verdadero esperpento que pasará a la historia por la fenomenal destrucción social, económica, cultural, ambiental, productiva y soberana que dejará tras su paso por la Casa Rosada, un error histórico que nos costará carísimo a todos los argentinos.

 

Sin embargo, y evocando al final de esa formidable novela gráfica “El Sueñero”, el sonido del bombo como voz popular que atraviesa el tiempo como estrellas en el universo, el peronismo comenzó a reencontrarse, y este es el peor error que -otra vez- vuelven a cometer los monjes negros de la antipatria y el antipueblo.

 

Gracias Cristina por todo lo que bridaste por la Argentina y por este pueblo en todos estos años. Ahora, es la hora de la Doctrina Justicialista, para que los mejores días vuelvan a ser de felicidad, trabajo, grandeza, familia, amor…y peronistas.

 

 

 

 

 

 

 
 
 

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