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CUESTIONES DEL PODER

  • Foto del escritor: prensatiroalblanco
    prensatiroalblanco
  • 15 jun
  • 4 Min. de lectura

Por Gastón Boco

Dejemos de lado la emocionalidad. Lo injusto de la condena, lo amañada que estuvo la causa, la poca legitimidad social de la justicia, le persecución histórica al peronismo, a sus símbolos, a sus dirigentes. Todo eso existe, es innegable. No vale la pena referirse a lo evidente, sino hurgar en las causas y en las consecuencias de la vergonzosa medida de la Corte Suprema.


El Poder Judicial, todos lo sabemos, es un poder político. Es decir que se mueve de acuerdo con los vaivenes de la política. Hay dos formas de contar con los favores del Poder Judicial: tener poder político o tener poder económico. Si se tiene los dos, mejor. Y a veces ni con eso alcanza, sino que además hay que tener una extensa red de relaciones con otros actores que también detenten poder político y económico. Mauricio Macri tiene todo eso, aunque su poder político haya mermado (no es menor resaltar que de los poderes nombrados el político es mucho más efímero que el económico, y por eso menos relevante). La conjunción del poder político y económico permite la construcción de subjetividad vía medios de comunicación, redes sociales, etc. Y el manejo favorable del Poder judicial. Es duro decirlo claramente, ya que pretendemos en el Estado de derecho que “la justicia” se independiente. Pero eso no ocurre, todos los sabemos. El mundo real funciona de otra manera.


Cristina supo tener poder político, quizá como ningún dirigente desde el regreso de la democracia. Sólo Menem tuvo tanto poder político como Cristina, los dos fueron reelectos y gobernaron dos mandatos. Ni Menem ni Cristina, aunque supieron construir sus fortunas personales, participaban del conglomerado de los grandes jugadores económicos de la Argentina, el llamado círculo rojo. Menem y Cristina, al perder poder político fueron presos siendo expresidentes. Macri, que siempre formó parte del círculo rojo, no parece que fuera a sufrir algún tipo de pena. Aún con su poder político visiblemente mermado.


Dicho esto, conviene pensar por qué llegó CFK a esta situación. Luego de su cenit de poder en la elección del 2011, donde ganó en primera vuelta la elección presidencial con 54% de los votos, el accionar político de Cristina se volvió errático. La pérdida de su compañero de toda la vida y conductor del espacio fue una cuestión que no encontró cauce. Se presentaron una serie de rupturas al interior del dispositivo de poder político que el peronismo había sabido construir desde 2003, y esas rupturas tuvieron mucho que ver con posiciones intransigentes de CFK, quién nunca estuvo dispuesta repartir el poder, sino todo lo contrario.


Cuando el poder no se reparte, tiende primero concentrarse para luego comenzar un proceso de merma que tiende a la extinción. Cuando el poder se reparte, en cambio, se desarrolla territorial y simbólicamente y se capilariza socialmente. Un poder bien distribuido, es más permanente que un poder concentrado. Esto es nada más y nada menos que la famosa frase “la organización vence al tiempo”. La organización supone reparto del poder, esto no implica resignación del liderazgo. Pero si implica riesgo. Porque en esa distribución del poder pueden emerger liderazgos que en algún momento cuestionen al líder. Pero sin eso, sin ese riesgo, se corre uno peor, que es que no surjan nuevos dirigentes de peso, el poder se concentre y en definitiva se extinga. Esto fue lo que pasó con el poder político de CFK desde 2011 en adelante. Llegando a la actualidad a su momento de mayor debilidad.


No me parece pertinente, por otro lado, la comparación que un sector fanatizado de la militancia cristinista hace entre CFK y Perón. Una de las razones está a la vista: Perón, sin haber sido nunca presidente, sino sólo un humilde secretario de estado, cuando lo metieron preso desencadenó que cientos de miles de personas se autoconvocaran a Plaza de Mayo para exigir al gobierno de facto su liberación, generando el hecho de masas más relevante de la historia política argentina. Hace seis días condenaron a Cristina. Nada similar a un 17 de octubre parece que vaya a suceder. No sorprende, sólo muestra las diferencias de estaturas históricas y carnadura popular.


No es casualidad el que en esta nota haya comparado a Cristina con Menem, una comparación que me parece pertinente, al menos más pertinente que la que intentan hacer entre CFK y Juan Domingo Perón.  Sobre todo, porque Menem también cometió el error de no repartir el poder y de ir expulsando de su lado a quienes lo acompañaron en la primera hora. Duhalde, por ejemplo.


La soberbia no es buena consejera. Cuando un dirigente político se decide a enfrentar a factores de poder real, nacionales e internacionales, es posible que reciba de estos poderes un combate explícito, una búsqueda de su destrucción política. Por lo cual, los dirigentes que toman esa loable decisión deben cuidar sobre todo su dispositivo de poder político. Eso fue algo que no supo hacer Cristina. Desde 2010 en adelante la construcción de poder político que había sabido ser hegemónica desde 2005 comenzó a resquebrajarse, y mucho tuvo que ver en esto la acción de CFK. Distanciamiento con varios dirigentes relevantes, por ejemplo, Sergio Massa en 2013; ruptura con el movimiento obrero organizado; negación de elecciones internas y ninguneo a todo dirigente que pudiera crecer, sumado a la acción permanente de los adversarios políticos fueron disminuyendo el poder de Cristina, su ascendencia sobre la sociedad.


El fracaso del gobierno de Alberto Fernández del cuál Cristina fue en gran medida responsable, fungiendo a la vez como artífice, vicepresidenta y opositora, configuró un escenario tan insólito para la sociedad que terminó con lo poco que le quedaba de credibilidad. Ante la merma de su poder político, el avance de sus causas judiciales estaba cantado.


El final anunciado de la condena ratificada por la Corte se puede ver como el punto cúlmine de una catarata de errores de conducción, los cuales muchos compañeros y compañeras desde hace largos años señalamos. Errores que fueron mermando la red de poder político de la expresidenta. Con sentida pena, a todos los compañeros y compañeras que lo alertamos, nos asiste una triste razón. Eso no quita que entendamos el fallo como injusto y participemos de las acciones necesarias para lograr una mejor situación para Cristina y, sobre todo, para la Argentina y para el peronismo. Porque a no olvidarlo, primero está la Patria, después el Movimiento y por ultimo los hombres y mujeres.


 
 
 

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