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Sinfonía Concertante K.364 de Mozart: el íntimo diálogo entre violín y viola nacido tras un despido

Foto del escritor: prensatiroalblancoprensatiroalblanco

Por Maximiliano Borches Corría el año 1779 y Wolfang Amadeus Mozart finalizaba una gira por Mannheim y París, donde había descubierto su enorme deseo de experimentar con nuevas formas y estilos musicales, de los que venía desarrollando con su empleador en su ciudad natal de Salzburgo, el arzobispo Colloredo. Éste finalmente lo terminó despidiendo como organista de la corte - en parte debido a que se dedicó a tales esfuerzos creativos puramente placenteros, a expensas de los deberes de su cargo-, y en 1781 Mozart abandonó su ciudad natal para trasladarse -final y triunfantemente- a Viena, donde fallece en 1791.


En 1780 terminó de dar forma a su Sinfonía Concertante K.364, que a continuación reproducimos íntegra, con sus tres movimientos: Allegro Maestoso, Andante y Presto, en la versión de la Staatskapelle Berlin Orchestra, conducida por el maestro argentino-alemán-israelí Daniel Barenboim, con los solistas invitados: Wolfram Brandi (violin) y Yulia Devneka (viola) (Mirá el enlace y escuchala mientras leés el texto). https://www.youtube.com/watch?v=_0hTDZ0whpU&t=1045s

Según distintos estudios, ésta es la única obra completa del género concertante que sobrevivió en el siglo XVIII. Es un género que incorpora elementos de la sinfonía y el concierto. Generalmente escritas para dos o más instrumentos solistas y orquesta, fue un género muy popular en París durante el siglo XVIII.

La Sinfonía Concertante es una obra que estalla con la alegría de explorar nuevas combinaciones y posibilidades de sonidos instrumentales. También marca una especie de punto de inflexión, y en esencia resume mucho de lo que Mozart había logrado hasta la fecha como artista.


Para muchos, esta pieza representa el más grande de los conciertos para violín de Mozart. Al mismo tiempo, la viola no es un segundo violín aquí. La elección de Mozart del instrumento para el segundo solista es reveladora y lograr generar un diálogo íntimo entre los dos instrumentos. Mozart era un excelente violinista, pero también era muy feliz tocando la viola en conjuntos de cuartetos de cuerda. En este sentido, una característica inolvidable de la Sinfonía Concertante es la destacada asociación e igualdad que comparten ambos solistas, y la mezcla de sonidos de gran belleza que generan.


Para lograr este clima, en la partitura original de Mozart exige una afinación más alta que lo usual para la viola. De este modo, el instrumento adquiere un sonido más brillante para evitar ser eclipsado por su compañero, el violín, que es más penetrante. En concreto, la dualidad del sonido del violín y la viola contribuye a otro aspecto de la asombrosa belleza de la pieza: escuchar cómo el violín solista retoma su lastimera aria de dolor y la respuesta de la viola, que ahora proporciona un repentino pero formidable y creíble consuelo. Ambos instrumentos siguen formando un par complementario a medida que Mozart despliega su obra con total libertad, frescura y libertad.


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