El lanzamiento de los ahora denominados “Precios Justos”, es uno los últimos intentos del Gobierno nacional para bajar la inflación y recuperar credibilidad, estabilidad y proyección política ante la sociedad, de cara a las cruciales elecciones presidenciales del 2023. De su éxito, dependerá en gran medida que el (¿post?)peronismo pueda seguir en carrera, más allá de quien sea finalmente su candidato a Presidente.
La puesta en escena desplegada por el Gobierno nacional, con el máximo protagonismo del presidenciable ministro de Economía, Sergio Massa, en el escenario, junto a los principales empresarios, funcionarios y dirigentes sindicales, fue la fotografía política elegida cuidadosamente por el Ejecutivo para la utilización de su bala de plata política.
Si la iniciativa termina siendo un fracaso, y los más de 1700 productos (1823 en el caso del AMBA. ver: https://www.argentina.gob.ar/economia/comercio/preciosjustos) aumentan más del convenido 4% mensual, durante los próximos cuatro meses de plazo convenido, será leído como la gota que faltaba para derramar el vaso del hastío popular, ante su cada vez mayor incapacidad de consumir, y el tormentoso ocaso del Frente de Todos.
Sin dudas la inflación y la falta de políticas que la controle y aplaque, léase: aplicación de Ley de Abastecimiento, control exhaustivo por parte de escuadras de inspectores de AFIP y de la Secretaria de Comercio en supermercados grandes y chicos, como así también en las principales empresas alimenticias y de productos para la higiene personal y limpieza que son –en definitiva- quienes forman los precios; son las mayores deudas y problemas a resolver en el corto plazo para mejorar la calidad de vida de los argentinos, en un contexto local y global de altísima volatilidad económica y creciente conflicto social.
Ahora bien, si el nuevo (pero no novedoso) programa funciona, y la Argentina estabiliza su desbordante inflación en torno al 3% mensual, y crece el consumo interno, Sergio Massa verá renovar sus chances presidenciales, en una Argentina y una Sudamérica que marcha por el centro.
La suerte está echada.
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