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La imperiosa necesidad de una alternativa o el final de una era

Foto del escritor: prensatiroalblancoprensatiroalblanco

Por Gastón Boco


Las dos identidades emergentes de la crisis de 2001 han tenido un devenir político espejado. Macrismo y kichnerismo (ahora deberíamos llamarlo cristinismo), a la salida de aquella crisis de representación, se forjaron como nuevas identidades políticas que, luego de la boutade de la resolución 125, se establecieron en dos polos antagónicos reordenando el sistema político. Para lograr eso debieron valerse de las estructuras territoriales de los partidos tradicionales UCR y PJ respectivamente. Ese ciclo, que podría llamarse de pos crisis 2001, parece estar llegando a su fin y el sistema político precisa de una actualización capaz de llenar los vacíos de representación actuales. La fulgurante aparición del partido libertario da cuenta de la carencia de representación de grandes y variopintos sectores sociales, el resurgimiento aún incipiente de la UCR y el PJ, al igual que la creciente insatisfacción democrática, son muestras del pronto final de aquel ordenamiento.


En este marco general, el peronismo se encuentra en una encrucijada. Desde la construcción política de Néstor Kirchner, no exenta de opacas cuestiones dinerarias que permitieron una amplia gama de apoyos, que el peronismo ha ido perdiendo su vocación de mayoría capaz de convocar a un amplio espectro ideológico para mutar, a partir de una conducción forzada, hacia una minoría intensa con marcado sesgo ideológico, y con el agravante del sectarismo en la forma de construcción política. La salida de ese laberinto, no obstante, puede estar a la vuelta de la esquina si opera cierta decisión política y creatividad para volver a convocar.

La elección del 2023 puede ser esa oportunidad, quizá de comenzar a recorrer un camino en el cual el peronismo logre recuperar su identidad y su dimensión cultural capaz de interpelar a sectores sociales de diferentes ideologías y costumbres, para sumarlos a un proyecto de Nación que pueda contener a todos y todas. Hasta aquí, la conducción actual, por cierto forzada, del peronismo desde la muerte de Néstor Kirchner, no ha logrado dar las respuestas necesarias sino más bien todo lo contrario.


El caudal de votos y apoyos se ha ido achicando cada vez más. Eso implica el necesario recambio de conducción. Claro que, para que haya recambio, debe haber actores con la voluntad de llevarlo a cabo y de poner el cuerpo en la disputa. Hoy, se asiste a una conducción del peronismo por default, es decir, hay una conducción forzada y discutida que sólo se sostiene por la ausencia de alternativas, pero subyace en el peronismo un creciente malestar. “Algo huele mal en Dinamarca…”. Nada bueno puede salir mientras dure esa podredumbre, de ese hastío que subyace en la militancia y que no tiene tanto que ver con los logros o fracasos de este gobierno, como le sucede a aquellos que no participan en la vida militante, sino con las formas de hacer y construir política.

Sostener las PASO es una forma de cuestionar la autoridad de una conducción. Cumple ese papel, le dice a los y las peronistas: anímense, haga algo, disputen. Quizá empuja también a algún gobernador a animarse a la pelea. Parece decir el Presidente: Si me animo yo, sin una sola Unidad Básica, sin un municipio, sin una gobernación, animensé muchachos y muchachas, saquen de la mochila el bastón de mariscal. Va más a allá de la conveniencia o no de eliminar las PASO, que es otra discusión.

Lo que se precisa, claramente es una alternativa. El peronismo necesita una alternativa. Eso parece estar claro, aunque se intente tapar el sol con las manos apelando a las cajas del Estado. Tarde o temprano pasará, para que el pueblo vuelva a ser feliz, porque ya sabemos que felicidad es diferente a alegría, y los días más felices siempre fueron peronistas. Insisto: peronistas!

 
 
 

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