“Sin un espíritu de expedición estás perdido”
Charlar con Federico Gil Solá es adentrarse en un mundo de música, compromiso social y hartazgo de las poses. Formado en su infancia por el exilio que padeció junto a sus padres, Gil Solá es una persona que no duda en posicionarse contra cualquier injusticia. Por otro lado, podemos ver en este músico a uno de aquellos artistas que luego de haber conocido la masividad y el éxito decide agarrar la criolla o el tambor peruano y volver a las fuentes, como alguna vez hizo su admirado Joe Strummer.
Jugando con un oso
En el momento en que sus nombres comenzaron a figurar en las siniestras listas de la Triple A, los padres de Gil Solá ya se encontraban divorciados. Su padre partió a Suecia y hasta el día de hoy vive allá. Federico, junto a su madre se dirigieron al lugar que el salvoconducto les permitió: San Francisco. Su padre fue de los fundadores de la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Ambos militaron en la Acción Revolucionaria Peronista, liderados por John William Cooke. “Yo me lo acuerdo a Cooke, lo amaba al Gordo, yo tenía 3 años. El Gordo tenía pedido de captura y lo guardaban en la casa de mis abuelos, allá por el barrio de Agronomía. Parece que yo iba con mi perro Popi a las ocho de las mañana por esa casa, Íbamos y lo despertábamos. Jugar con él era como jugar con un oso. Según mi viejo esa fue la única etapa de su vida donde tuvo una rutina. En esos días el Gordo se levantaba, gracias a nuestra insistencia, y se ponía a escribir su Informe a las bases. Creo que esa es mi pequeña contribución a la historia del Movimiento: despertarlo a Cooke para que escriba (risas), señala Gil Solá.
-¿Esa historia de compromiso y militancia de tus padres te sirvió para posicionarte de determinada manera en la vida?
-No lo sé, porque no tengo con qué compararlo. Es lo que me tocó. Yo de chico estaba entrenado. Alicia Eguren pasaba por casa con Pedrito, su hijo, y cada dos por tres caían en cana, Toda mi infancia fue marcada por estas experiencias. Venia la policía a casa a buscar gente y yo a los ocho años ya tenía preparado el discurso que tenía que dar. Por supuesto que esos años me marcaron, era chiquito pero no boludo, yo lo veía salir a mi viejo y no sabía si lo iba a volver a ver. Fue duro.
-¿Tu adolescencia en San Francisco era muy diferente a la de cualquier pibe de allá?
-Por un lado tenía una vida normal de adolecente. Tocaba en bandas, pero por otro lado, también nos acercábamos a los grupos de exiliados que estaban allá. Hacíamos campaña para hacer conocer lo que pasaba en la Argentina en aquel momento. Pienso que sobre todo en la época de Carter se pudieron hacer cosas. Aunque también debo recordar que la izquierda estadounidense, por algún que otro motivo, no hablaba del tema argentino. Si hablaban de Chile y otros lugares pero no de Argentina.
Rock y dictadura
-Desde tu experiencia de denunciar a la dictadura argentina desde el exterior, ¿crees que el movimiento rockero fue realmente molestado durante esos años?
-Yo conozco muchos casos de tipos, muchos conocidos, que fueron molestados. Ni decir que los metían en cana constantemente, pero bueno, eso fue desde La Cueva en adelante. Yo personalmente conozco músicos que fueron torturados, lastimados. Lo que pasa es que los tipos no salen a decirlo. Ponían los camiones directamente en la salida de Obras. Esto lo cuenta Gloria Guerrero en su libro sobre Obras Sanitaria, la policía secuestraba colectivos y los metían de culata y cuando la gente salía los hacían subir y directamente a la comisaria. Quizás no prohibían el concierto pero a la salida llevaban gente como loco.
-Quizá en su plena ignorancia en cuanto a interpretar letras, a los milicos se les escapan algunas cosas.
-Se operaba con otros códigos. Los Violadores, por ejemplo, pensaban muy bien con qué tema empezar porque ya sabían que a los tres temas les caía la cana y se los llevaba a todos. Entonces era importantísimo decir todo lo posible en los primeros dos temas (risas). Y si lo pienso bien, te puedo decir que ya había censura desde antes del golpe. Sui Generis tuvo que modificar letras. Todo el mundo tuvo que pasar por el censurador que decidía qué tema bochaba y cuál no. En el disco Instituciones hay letras que tuvieron que cambiar y hay otras que directamente les dijeron que no las podían publicar. Entonces encontrás instrumentales donde tendría que haber habido temas. Como no había reglas claras sobre qué decir y qué no también hubo muchísima autocensura.
Democracia y escenas de la vida cotidiana
Luego de exilio en Estados Unidos, Federico Gil Solá retorna a la Argentina. Acá se encuentra con la explosión de una movida contracultural que durante años había permanecido soterrada. “Yo volví la primera vez en el ’85 de visita y me encontré con una escena maravillosa, porque era como España después de Franco. Era un destape total y había muchísima esperanza, pero también muchísimo cagazo. Porque nadie pensaba ‘bueno, listo ya está, llegó la democracia’. Pero a nivel cultural era increíble lo que estaba pasando, en teatro, música. La gente estaba volviendo. Estuve un par de meses y me volví a ir para allá.
-Volviste entrados los ’90. ¿Con qué país te encontraste?
-Cuando volví en los’90 ya era otro país. Fue justo después de la hiperinflación alfonsinista del ’89. Ya no quedaba nada de esa esperanza que encontré en mi primera visita, Aclaremos, en aquel momento había una esperanza con cautela pero esperanza al fin. Ahora la gente se sentía muy vencida. La Tablada, los alzamientos carapintadas. También se dio el proceso de privatizar absolutamente todo con el pretexto de que el Estado no funcionaba. Para mí fue todo muy doloroso porque yo venía trabajando en una ONG que justamente estudiaba esas cosas: el modo en que el proceso privatizador se estaba dando en todo el mundo.
-Hubo un fuerte trabajo comunicacional, con la lógica construcción de sentido, que permitió que parte de la sociedad acepte esas prácticas privatizadoras.
-Claro, porque son los mismos tipos. Los medios son la pata informativa, o desinformativa, de los mismos especuladores. En todas partes se da de la misma manera.
Divididos y después
Una vez instalado definitivamente en el país, Gil Solá comienza a trabajar con los Divididos. Graba con ellos dos sus mejores y más populares discos, Acariciando lo áspero y La era de la boludez.
-¿Te jode que te sigan preguntado por Divididos?
-Depende del contexto. Hay cosas de las cuales ya no quiero seguir hablando porque ya está, ya las dije ochenta mil veces. No hace falta que siga hablando. Nosotros funcionábamos como una democracia y todos tenían poder de veto, si dos querían hacer algo y uno no, no se hacía. No era muy práctico porque terminábamos no haciendo nada. Siempre había uno que no quería hacer algo, Yo proponía letras y el cantante, al ser el cantante, agarraba aquello con lo que se sentía más cómodo cantando, que es lo lógico.
-¿Crees que al rockero le cuesta tomar una posición política?
-No sé, primero me tendrías que definir qué es un rockero. No tengo idea a esta altura qué es un rockero. Yo nunca me consideré un rockero, yo soy un músico. Las definiciones se las dejo a los que están para las descripciones. Cuando saque mi disco solista solían decirme ‘bueno, a ver cóntanos sobre tu disco’ y yo les decía, ‘no ese es tu trabajo, mi trabajo fue hacerlo, tu trabajo es describirlo’. Nunca me preocupe mucho por ese tipo de definiciones. Yo empecé tocando en el punk en San Francisco pero nunca dejé que eso me definiera como músico. Yo tomaba de ahí lo que me servía pero también me encantaban James Brown o los Beatles. Nunca acepté mucho las reglas definitivas. Y en esa época estaba todo muy definido, si eras punk no te podían gustar Pink Floyd, los Beatles, ni nada lindo
-Quizás quienes rompieron un poco con esos compartimentos estancos fueron los Clash.
-Estoy pensando mucho en los Clash. Fueron visionarios en eso, porque rompieron mucho con esos supuestos moldes. Por eso es que no me interesa lo que se conoce como un movimiento rockero, Para mí la gran mayoría del rock es una cosa corporativa que no tiene mucho sentido ahora. Pero no es que lo tuvo cuando yo era joven y ahora no lo tiene porque soy mayor, nunca lo tuvo. Ahora bien, ¿se hizo buena música?, sí se hizo, ¿se hicieron buenas letras?, sí se hicieron, ¿Eso ayudó al cambiar el mundo? Eso depende de cómo le pegó a cada uno. A mí me ayudó muchísimo a tener referentes como Joe Strummer. Son personas a las cuales yo les creí, y les sigo creyendo, desde el punto de vista humano y desde el punto de vista artístico. Son personas que me sirven como faro, a nivel musical y humano.
-¿Nunca hubo un movimiento de rock que moleste al Poder?
-Puede ser que en la primera época, donde estaba Manal, Almendra. Donde tocaban en La Cueva y caían en cana todos juntos, para después salir y empezar todo de nuevo todos los días. Pero tampoco era un movimiento solamente musical porque los tipos leían, pintaban, hablaban de filosofía, de cine. Se daba una cosa interdisciplinaria, sino míralo al Negro Fontova, el tipo hizo de todo. Esos tipos sí formaban parte de un movimiento dentro de un movimiento cultural mayor que se daba a nivel mundial en los ’60. Después ya no. Que se haga un festival con un montón de bandas no quiere decir que sea un movimiento.
-¿Todo termina fagocitado por el sistema?
-No tengo una visión nihilista de la cosa. No tengo esa visión que dice que todo termina cooptado. Cuando se plantea a la cultura como otro commodities para que una empresa gane dinero y bueno, sí, tarde o temprano eso es cooptado por el aparato porque forma parte de la bestia. El tema es ver cómo podés hacer para seguir haciendo lo que querés hacer y cómo podés seguir llegando a un público.
-¿Cómo ves la práctica, muy de moda en los ‘90, donde un grupo la pegaba con algún hit y automáticamente comenzaban a repetirse para lograr otro éxito?
-No voy a hablar de colegas. Las decisiones que toma cada uno las toma por sus razones. Con los mismos Clash, cuando firmaron con Columbia, una de las corporaciones más grandes del mundo, el punk de los anarquistas, los más supuestamente politizados salieron a decir que habían sido traicionados, así de entrada. Pero si no hubieran firmado esos contratos hoy no estaríamos hablando de los Clash. Como te decía, es todo una gran contradicción: el mero hecho de cobrar entradas, subirte al escenario y exponerte en un lugar que está montado simplemente para tomar alcohol. Si querés ser puro, es muy difícil. Hasta cierto punto tenés que ponerte de acuerdo con ciertas cosas.
-Eso no quita que uno debe posicionarse.
-Sí, pero esto se da en todo los ámbitos, no solamente en el rock, en la cultura. Se da en la vida misma. Vas caminando por la calle y ves a un cana pegándole a un pibe y tenés que tomar la decisión de seguir de largo o parar porque se trata de una injusticia. Todo el tiempo uno está a prueba. Hay ciertas etapas donde la gente está más predispuesta a luchar y en otras está más resignada.
Cromañón y la industria
-En una entrevista reciente, Luis Aranosky me decía que con la tragedia de Cromañón se declaró la muerte del rock, ¿qué pensás vos?
-No, no se terminó nada, con todo respeto a Aranosky. Yo trato de no hacer ese tipo de generalizaciones porque capaz que sí, es así y yo no me enteré. La mayoría de los músicos de mi edad que se quejan del fin del rock o de que ahora todas las bandas son derivativas de no sé qué, bueno, ellos también fueron derivativos de otras cosas. Tanto ahora como antes uno tiene que buscar. Si uno se va a quedar sentado en su casa esperando que los medios masivos te entreguen la posta de lo bueno que está pasando, estás jodido. Por eso es que siempre fue tan importante el espíritu de expedición, sin él estás perdido. Ver qué es lo que hay debajo de la superficie. Aunque cada día se hace más difícil. Antes tenías doscientas compañías discográficas y ahora tenés dos. Y así con todo.
“A mí lo que me frustró mucho de Cromañón fue que una vez que los lugares empezaron a abrir nuevamente se comenzó a chantajear a los músicos para tocar, cobrarles para poder tocar. Yo los mandé a cagar a todos pensando que todos iban a hacer lo mismo, y no fue así. La gente estaba tan desesperada por tocar que aceptaron. Lo mejor que te podía pasar era no perder plata. Y los colegas empezaron a aceptar tocar en esos términos y eso es la muerte porque de eso no se vuelve más. Y los pibes de ahora no saben que alguna vez fue de otra forma”, señala Gil Solá.
-¿Cómo se las arregla en estos tiempos un músico que no cuenta con una gran compañía detrás?
-Ningún músico tiene detrás una gran compañía. Nadie banca nada ahora. El único negocio que les queda a las compañías discográficas es la editorial. Entonces los tipos les hacen firmar a los músicos un contrato donde ganan un porcentaje de lo que se toca en vivo. Y como la única forma de ganar guita es tocando en vivo, porque ya nadie compra discos, entonces ahora van detrás de eso. No solamente que no te apoyan sino que se apoyan en vos para no fundirse ellos. No veo ningún beneficio el estar con una gran compañía multinacional detrás porque no te dan nada.
Volver a las fuentes
En los discos que Gil Solá grabó como solista (Leaving las vergas, 2001; La suerte y la palabra, 2005 y Operación Retorno junto a Los Exiliados, 2016), se puede disfrutar del arranque eléctrico como de la austeridad y la riqueza acústica. En la actualidad Gil Solá sólo toca con su mujer, Laura Ros, en hermosos e íntimos shows donde revisitan a la gran Joni Mitchell.
-¿Cómo te sentís en los shows que compartís con Laura?
- En estos días yo sólo aprecio el hecho artístico. Ya no tengo ninguna pretensión de llegar a la masividad. Lo que quiero cuando salgo a tocar es sentirme bien, cómodo y apreciado. Que haya un respeto básico. De alguna forma volví a ser músico del otro lado. Soy un músico fan de la música y por eso lo hago, como cuando empecé. Volver a las fuentes me demostró que es la única manera de seguir haciendo eso sin angustiarme, sin frustrarme, sin convertirme en un resentido. Tocar por el gusto de tocar y nada más.
-¿Qué te conmueve en estos días?
-Mi hija Violeta. Es el centro de mi universo. Estoy en una etapa insular en ese sentido. No voy a ver grupos en vivo, no estoy muy al tanto de que está pasando políticamente, culturalmente. Quizás por la niñez que tuve, medio chota, ahora quiero que mi hija pase una infancia linda y la pase bien. Antes de que se entere el mundo.

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