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Elogio de la moderación y “Es la economía, estúpido”.

  • Foto del escritor: prensatiroalblanco
    prensatiroalblanco
  • hace 3 días
  • 4 Min. de lectura

Por Gastón Boco


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La ley de la gravedad implica que todo lo que sube tiene que bajar, a menos que sea más liviano que el aire. La cualidad de levitar que no puede aplicarse a Javier Milei. Otras “leyes”, quizá menos científicas, explican que lo que sube vertiginosamente suele tener un descenso de igual intensidad. El universo de las redes sociales es volátil, nada permanece mucho tiempo allí, la atención se disipa, vira permanente hacia lo que sigue, la lógica del “scroleo”. Un fenómeno político que se desarrolló en las redes no puede escapar a esta lógica en la cual el algoritmo manda y los flujos de información marcan el destino de los influencers. Si las identidades, pertenencias y lealtades políticas transitaban ya un camino hacia lo líquido, en un fenómeno político cimentado en las redes sociales esto se torna mucho más evidente. Los procesos se aceleran.


En una entrevista que dio hace unas semanas el cineasta y escritor villero César González decía, con ojo de sagaz observador, que en los barrios el fenómeno pop que había sabido ser Milei había dejado de ocurrir. Algunos analistas y encuestadores venían alertado que el apoyo al presidente se había desplazado socialmente hacia sectores más favorecidos, lo llamaron la “gentrificación” del apoyo a Milei. El fenómeno mostraba agotamiento. La pregunta es: cuáles son las razones.


Veamos:

En primer lugar, como sugiere una parte del título de este escrito, la economía no ha sabido darles ninguna buena noticia a las grandes mayorías. No hay rubro comercial, industrial o de servicios que no haya visto mermada su facturación en los casi dos años de gobierno. La baja abrupta de la inflación, el control del tipo de cambio y el equilibrio fiscal, lo que se llama en el lenguaje de la economía “la macro”, no es algo que tenga efecto inmediato en la economía cotidiana de las familias y los trabajadores.


Un intendente que ganó en la elección legislativa provincial de PBA con más del 50% en su distrito y que no pertenece al oficialismo provincial decía, con razón, que la única economía que siente la gente es “la micro”. Si se tiene o no plata en el bolsillo; si se llega o no a fin de mes. Las grandes mayorías no tienen plata en el bolsillo y no llegan a fin de mes. Cuando sucedió la crisis del 2001 hacía diez años que había estabilidad cambiaria vía convertibilidad y en el mes de diciembre de ese año hubo deflación, es decir, inflación negativa de menos 1.5%, no obstante, el gobierno voló por el aíre, en helicóptero.


Distinta es la realidad de aquellos sectores, pocos y acomodados, que cuentan con algún excedente para poder comprar el dólar barato, vacacionar en el exterior, acceder a los créditos hipotecarios que, de todas maneras, han empezado a ralentizarse. Los que aún pueden aguantar e incluso verse algo beneficiados por este modelo que viaja hacia la “peruanización” de la Argentina, es decir a la liquidación de la pujante clase media nacional, son quienes mantienen su apoyo al gobierno. La gentrificación tiene algo de sentido. El final del fenómeno pop también. Es la economía, estúpido.


Gestiones que se pueden mostrar


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La elección legislativa de este año presenta dos novedades. El empoderamiento interno de Axel Kicillof al interior de la coalición Fuerza Patria en su disputa con La Cámpora, lo que lo posiciona como el nuevo líder de lo que fue el kirchnerismo. Y el surgimiento de la liga de gobernadores Provincias Unidas, que muestra la intención de nacionalizar el llamado “cordobesismo” a través de un armado electoral amplio con sectores de diferentes tradiciones partidarias, cuyo protagonista relevante es Juan Schiaretti. ¿Qué comparten estos dos liderazgos emergentes que los diferencian del gobierno nacional? Los dos tienen gestión para mostrar, hacen un culto de la moderación de sus palabras y modos, no agreden, no chicanean, no degradan al que piensa distinto, son capaces de construir soluciones posibles por encima de las diferencias ideológicas y partidarias. En una palabra, son políticos. Y de alguna manera representan una necesaria revalorización de la política como herramienta de disputa de intereses, pero también de planificación de un futuro común.


La moderación de formas, puede que en sí misma no valga mucho, pero la combinación de las variables enumeradas autorizan a pensar esa moderación como un bien necesario aunque no suficiente de la reconstrucción de cierta normalidad e institucionalidad democrática, que permita elevar el nivel de la discusión política en Argentina, para volver a proyectar una serie, aunque sea mínima, de acuerdos básicos a partir de los cuales puedan establecerse algunas políticas de estado de mediano y largo plazo que apunten a un desarrollo sostenible con equidad. Las diferencias de proyectos entre Fuerza Patria y Provincias Unidas son evidentes, no obstante, la apuesta tal vez sea recostarse, por ahora, en las cosas en común, con el afán de marginalizar los experimentos de polarización extrema que nos trajeron hasta este presente.


El panorama aparece un poco más saludable, una bocanada de aire fresco para un sistema político que se ha degradado en demasía y empieza dar señales de lenta y necesaria reconstrucción. En este contexto, merecería una nota aparte la aparición de Natalia de la Sota en el peronismo, veremos luego del 26 de octubre, si logra una consolidación. Si eso pasara, será protagonista de un siguiente texto.



 
 
 

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