Cuando el candidato fue “el proyecto” y Scioli no recibió el apoyo decisivo para ganarle a Macri. Nota del periodista Maximiliano Borches
Errores que no hay que repetir
Este 25 de octubre se cumplen 7 años de la primera vuelta electoral del año 2015, cuando el entonces Frente para la Victoria, encabezado por Daniel Scioli, se imponía tímidamente ante la alianza Cambiemos encabezada por Mauricio Macri, por 36,4% de los votos, sobre 34,7% que obtenía el hijo de Franco Macri. En ese momento, además, Sergio Massa (que encabezada la formación denominada UNA) se alzaba con el 21,2%. Quizás como comienza a ocurrir ahora con los que se van perfilando como precandidatos macristas en danza, en aquel año no se entendió –o no se quiso entender- que se estaba a un paso de que Mauricio Macri fuera presidente -como finalmente sucedió- con el costo gigantesco que eso significó, significa y seguirá significando en términos económicos, sociales, soberano y culturales.
Si bien falta un año para las elecciones generales del 2023, poco a poco comienzan a notarse similitudes de acciones cada vez más sectarias en sectores internos del Frente de Todos, muy similares a las vividas en 2015 cuando el peronismo fue derrotado; Mauricio Macri llegó a la presidencia, y no solo volvió a someter a la Argentina a los designios del FMI (endeudando al país en más de 45 mil millones de dólares, solo con ese organismo multilateral del que la Argentina se había liberado), sino que además dejó una bomba social que se potenció con la pandemia, y hasta el presente, con la falta de rumbo claro en lo político por parte de todos los sectores que integran el actual Frente de Todos.
Por estos días, los círculos más mediáticos del oficialismo vuelven a retomar su política sectaria e infantil –como en aquel 2015- cuando decidieron distanciarse del candidato elegido, y de manera suspicaz lanzaron la liliputiense consigna: “El candidato es el modelo”, en lugar de “Daniel Scioli es el candidato a Presidente”, levantando además, un búnker paralelo al Luna Park, cuando se realizó la segunda vuelta electoral, aquel olvidable 22 de noviembre.
La falta de una conducción estratégica hace estragos en el peronismo. El campo nacional y popular, hoy, se encuentra desorientado, con pocas esperanzas y sumido en internas que flaco favor le hacen al interés popular. A la falta de decisiones políticas del Ejecutivo, respecto al ataque inflacionario que a diario sufren los afligidos bolsillos de los argentinos, se le suma un internismo feroz, donde cada tribu del Frente de Todos solo comienza a hablar de sí misma, y vuelven viejas peleas y enemistades que se creían superadas.
No hay apellidos mágicos ni esperanzas encarnadas en una sola persona: hay desazón y sensación de derrota. Lo peor que le puede pasar al peronismo.
En tanto, la secta del ajuste –no exenta de sus internas- saben que a la hora de organizarse para retomar el poder, lo harán con pragmatismo, ya que un aspecto superior los convoca: su interés de clase.
En su etapa progresista-decadente, el peronismo hoy solo se aferra al pasado (el lejano y el reciente), y cada una de sus tribus solo defiende el pequeño territorio que ocupa. Aquella máxima de Juan Domingo Perón, tan cara al peronismo: “Primero la patria, después el movimiento y por último los hombres”, hoy es leída de atrás para adelante por los héroes de papel.

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