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El Verso

Foto del escritor: prensatiroalblancoprensatiroalblanco

“Yo estaba predestinada a nombrar las cosas con nombres esenciales. Yo ya no existo y lo sé; lo que no sé es qué vive en lugar mío. Pierdo la razón si hablo, pierdo los años si callo. Un viento violento arrasó con todo. Y no haber podido hablar por todos aquellos que olvidaron el canto.” Alejandra Pizarnik



AQUÍ ESTAN TUS RECUERDOS, Olga Orozco

Aquí están tus recuerdos:

este leve polvillo de violetas

cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;

tu nombre,

el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;

el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;

mi infancia, tan cercana,

en el mismo jardín donde la hierba canta todavía

y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,

entre los matorrales de la sombra.


Todo siempre es igual.

Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:

todo siempre es igual.

Aquí están tus dominios, pálido adolescente:

la húmeda llanura para tus pies furtivos,

la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,

las antiguas leyendas,

la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.


-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!

¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!

Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho

y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo

tan deslumbrante y claro.


¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,

por algún paisaje que he querido?

¿Recuerdas todavía la nevada?


¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,

tu morada de hierros y de flores!

Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,

extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,

tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos

después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,

la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.


Espera, espera, corazón mío:

no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.

Otra vez, otra vez, corazón mío:

el roce inconfundible de la arena en la verja,

el grito de la abuela,

la misma soledad, la no mentida,

y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.


TROVA FINAL, Aurora Venturini

No por este de mí

que es sol y libertad, te pido;

no por este de alcurnia real

que al primer llanto

con un retozo de ala

responderá al minuto.


Sino por este otro

que hiciste a la medida

del cántaro para llevarle;

sino por este otro

que hiciste a la medida

de lo común, bastardo,

sin asidero, solo,

comida de la sombra,

goce de larvas y lemures.


Este de mí, malsano,

herido y maculado

que en la oquedad de un pozo

desecharán los hombres.


LA LLAVE MAESTRA, Silvina Ocampo

La luz de su cuarto me habla de él cuando no está,

me acompaña cuando tengo miedo,

y siempre tengo miedo porque soy valiente;

oye su paso sobre los mosaicos de la entrada

va a su encuentro cuando abre la puerta lentamente

cuando lo espero, y siempre lo espero;

lo mismo es para la luz eléctrica que para la luz del sol,

lo mismo para el sol que la luna o la estrella.

Un tapiz forma la luz complicada

es la vida y siempre la vida.

Si me quedara ciega la vería con mis patas

o tal vez con mi frente cuando llega.

El tapiz no lo forma la luz sino su llegada, el sonido

que cambia de oscuro en claro.

El tablero de la luz tiene varias llaves

pero una gobierna el resto:

se llama la llave maestra.

Del mismo modo el tablero de mi luz

tiene una sola llave que gobierna las otras

la llave que está en sus manos.

Apagaría todas las luces si quisiera

pero yo cierro los ojos para no ver

la oscuridad que podría ser luz

para no herirlo.



 
 
 

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