top of page

A 152 años del fallecimiento del poeta “Maldito” Isidore Ducasse (Conde de Lautréamont)

Foto del escritor: prensatiroalblancoprensatiroalblanco

Actualizado: 6 dic 2022

Con tan sólo 24 años, el genial poeta Isidoro Lucien Ducasse, autodenominado “Conde de Lautréamont”, fallecía en Francia el 24 de noviembre de 1870, año que comenzaba el sitio de París por parte de Prusia. Su obra “Los Cantos de Maldoror”, no solo es una joya literaria de los denominados “poetas malditos”, con el tiempo se convirtió en una de las principales referencias literarias del posterior Movimiento Surrealista, que lideró André Bretón.

Nacido en Montevideo, Uruguay, el 4 de abril de 1846, Isidore Ducasse, hijo de François, que se desempeñaba como canciller delegado del Consulado General de Francia en el país sudamericano, y Celestina Davezac, que falleció antes de que tuviera dos años, Ducasse fue autor de “Los cantos de Maldoror”, publicado en 1868 con sólo diez ejemplares. Una obra incomprendida en su tiempo, calificada de blasfemo y amoral. Cincuenta años después se consideró una obra de culto y es de gran influencia para el movimiento surrealista. Muere a los 24 años. No pasó a la historia por su nombre, sino por su seudónimo el cual se dice que tomó de la novela histórica Latréaumont del escritor francés Eugene Sue. Sin embargo, otras fuentes aseguran que Lautréamont (l’autre á Mont) significa ‘el otro en Montevideo)’

Su obra “Los Cantos de Maldoror”, es una figura demoníaca suprema que aborrece a Dios y a la humanidad, y que se muestra bajo todos los modos del horror y la corrupción. Con un lenguaje impactante y enfebrecido, describe episodios de pesadilla con sepultureros, pederastas, vampiros y criaturas misteriosas encontradas en la playa. La obra contiene una profusión asombrosa de imágenes delirantes, blasfemas, eróticas, grandiosas y horrendas, pero su estilo y lenguaje la convierten en un ejemplo sobresaliente de escritura que más adelante utilizarían los surrealistas.

La primera edición de los Cantos quedó terminada en 1868, pero nunca llegó a salir de la imprenta, porque el editor, Albert Lacroix, no se atrevió a ponerla en circulación. El poeta mismo, en una de las cartas que envió a su editor, dijo: «He hecho publicar una obra de poesías en lo de Lacroix. Pero una vez que fue impresa, él se rehusó a hacerla aparecer porque la vida estaba allí pintada bajo colores muy amargos y él temía al Procurador General». Lacroix era víctima constante de las persecuciones del Imperio y suspendió la venta a causa de las violencias del estilo que hacían peligrosa la publicación.

Bajo la permanente insistencia del editor, Lautréamont hizo algunas modificaciones en el primero de los Cantos parece ser que posteriormente también en los demás; pero en 1870 estalló la guerra (Franco Prusiana) y el autor murió bruscamente habiendo ejecutado sólo una parte de las revisiones. La edición preparada por el mismo Lautréamont quedó enterrada en los sótanos de un librero belga quien tímidamente, cuatro años después, es decir en 1874, hizo encuadernar algunos ejemplares con un título y unas indicaciones anónimas. Sólo algunos hombres de letras conocieron esos primeros ejemplares.

Posteriormente el editor L. Genonceaux decidió en 1890 hacer una primera edición de los cantos. Estos están divididos en seis cantos.

Acerca de Lautréamont I Lo imagino rubio. De ojos celestes. Alto varios metros. La piel azul y las manos huesudas. Dotado de una gran imaginación. Pero satánico. Atormentado por las cosas reales y vulgares y por las ideas que se hacía del más allá de la muerte y de la muerte misma. Era lo que diríamos hoy, un introvertido. Se lo supone fino, elegante, de una dentadura tremenda; con colmillos. Debe estar ahora no en el infierno sino en el hades, que es el reino de la muerte. Él está como dormido; insomnis mortis. Durante su vida debe haber abusado de las drogas que llevan a los otros paraísos, los paraísos del mal. Eso, es lo que se deduce de sus escritos. Donde se hace sentir su soledad y su desesperanza. No tenía nada de religioso. Era un muerto, como diría un teólogo moralista. No supo nunca más que de penas y no dio nunca con la contricción, ese dolor perfecto, ni con la tricción, ese dolor imperfecto al que se entregan los pecadores arrepentidos para que se les restituya a la primera gracia y continuar su vida penitencial hasta arraigarse en un estado de paz y esperar la buena muerte. Pero él no da señales de haber tenido ninguna instrucción religiosa —aunque nombre mucho a Dios— que lo pudiera llevar a la salud espiritual. Sin embargo, a pesar de todo lo quiero y lo voy a ayudar. Este hombre atormentado, buscó con avidez; pero por sí mismo no dio con nada más que con el sufrimiento y la demencia de gran poeta. Nació en el Uruguay, y se supone que haya muerto. Aunque nadie lo sabe. Es como si no hubiera existido como ser físico. Era de agua. Era flemático de temperamento y lo concibo como existiendo en un mar agitado y oscuro. Dios no quiso que lo conociera, no quiso concederle la gracia que concede al resto de los mortales, a los fieles que componen el cuerpo místico de Cristo. Lautréamont era soberbio; se negó a rebajarse a ser un niño. No amó las cosas de la tierra como las aman algunos privilegiados de complexión melancólica. Él amaba lo que no sabía; buscaba a Dios pero no dio con Él. Se supone que Dios no quiso darle los beneficios que entrega a criaturas más inferiores que su naturaleza. Lautréamont me conocía y me conoce. Como Juez he tenido que verlo. Me pidió que no lo olvidara. Que intercediera por él ante Dios que es mi amigo. De Estrella de la mañana. Poemas dispersos, L. Genonceaux (1931).

Lautréamont y el surrealismo Hasta la reivindicación surrealista de Lautréamont, su obra había pasado inadvertida. En 1890 León Bloy (historiador) quien puede considerarse como el «descubridor» de los Cantos, ponía en guardia contra la «intromisión en Francia de un libro monstruoso… obra sin analogía y probablemente llamada a tener resonancia». Desde entonces el nombre de Lautréamont, se ha visto asociado al espanto, el terror, la locura y lo «siniestro». «No se trata de una obra literaria» -escribió Rubén Darío en Los Raros,- sino del grito, del aullido de un ser sublime martirizado por Satanás.» Para ubicarlo en la historia, recordemos que nació justo en el momento que Edgar Allan Poe, disfrutaba del reconocimiento que el público le daba a su poema «El cuervo». Charles Baudelaire moría en París el 31 de agosto de 1867. Dentro el mismo período ubicamos a Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), Víctor Hugo (1802-1885). La marcada tendencia del Romanticismo hacia el «oscurantismo» con sus notorias diferencias entre los distintos autores, siempre conservando el sentido decadente de un romanticismo que fuera visto luminoso al principio y que se derrumbara sobre sus cenizas como una torre de papel, llevó a los últimos románticos a ver la vida con un velo de desesperanza que volcaron en sus escritos.

También en 1868 se inventaba la máquina de escribir y mientras Brahms estrenaba su réquiem alemán, moría asesinado en las calles de Montevideo Venancio Flores entonces presidente de la República. En 1870 Lautréamont moría en París, y en Montevideo se inauguraba la enigmática fuente de la Plaza Matriz, réplica exacta de una fuente medieval italiana a instancias de Francisco Piria. Los cantos de Maldoror, epopeya en prosa de Isidore Ducasse publicada en 1868 con la firma de conde de Lautréamont. Obra entre las más atípicas y sorprendentes de la literatura, fueron compuestos entre 1868 y 1869, cuando el autor tenía 22 años. La influencia de estas páginas irá creciendo a lo largo del siglo XX, particularmente con el impulso de André Bretón, que las consideró como «expresión de una revelación total que parece exceder las posibilidades humanas».

Los cantos de Maldoror trastocan todas las reglas de la escritura poética. Con ellos, Lautréamont libra un combate general contra la moral y la religión, rehusando, por ejemplo, la idea del pecado original; contra las normas estéticas de su época, aceptando las visiones más negras del alma, con un humor feroz que lleva constantemente al lector a cuestionarse. Sin duda, la novedad más importante en Los cantos de Maldoror es el uso de citas y frases de otros autores, como Pascal, o el vuelo de los estorninos de Jean Chenu casi siempre alejadas de su sentido original. Esta idea inédita y original, a la que los Cantos deben gran parte de su modernidad, los presenta como un inmenso collage que se anticipa a la idea de una escritura sin autor que obsesionará al siglo XX y a la técnica pictórica que los surrealistas practicaron en tantas ocasiones. Es un texto fundamental para vincular la estética de los poetas simbolistas con André Breton y el surrealismo. Constituye una pieza clave para entender la literatura contemporánea y su búsqueda de aquellos aspectos que la convención y la complacencia niegan como indeseables.

El surrealismo es definido como «automatismo psíquico puro» que intenta expresar «el funcionamiento real del pensamiento». La importancia del mundo del inconsciente y el poder revelador y transformador de los sueños conectan al surrealismo con los principios del psicoanálisis. Bretón en 1921 publicó su primera obra surrealista, «Los campos magnéticos» en la que exploró las posibilidades de la hipnosis. Al año siguiente rompió con Tristan Tzara, el fundador del dadaísmo y estableció la estética del surrealismo en el primer Manifiesto surrealista de 1924 en París y se convirtió, acto seguido, en el líder del grupo. Como el dadaísmo, el surrealismo enfatizaba el papel del inconsciente en la actividad creadora. En pintura y escultura, el surrealismo es una de las principales tendencias del siglo XX. Reivindica, como sus antecesores en las artes plásticas, a pintores como: Giorgio de Chirico, Marc Chagall, Paul Klee Marcel Duchamp y Francis Picabia, así como del español Pablo Picasso, aunque ninguno de ellos fue miembro integrante del grupo. A partir del año 1924 el alemán Max Ernst, el francés Jean Arp así como el pintor y fotógrafo estadounidense Man Ray se incluyen entre sus miembros. Se unieron por un corto periodo de tiempo el francés André Masson y el español Joan Miró. Ambos pintores fueron miembros del grupo surrealista pero, demasiado individualistas para someterse a los dictados de André Breton, se desligaron del mismo en 1925. Más tarde, se incorporó René Magritte y Salvador Dalí. Su muerte: Los Cantos fueron poco conocidos durante el periodo simbolista de finales del siglo XIX, aun cuando su máximo representante, Remy de Gourmont, llamó la atención sobre su existencia. Según los críticos surrealistas, Lautréamont es el mayor poeta uruguayo-frances más importante incluso que Arthur Rimbaud, la figura más reverenciada por la escuela simbolista. Es autor también de Poesías (1870), series de versos paradójicos sobre la poesía.

De su vida en París se conoce muy poco y su muerte sigue siendo un misterio. Lautréamont nació en el conflicto de un sitio a Montevideo por Rosas y murió también en un conflicto bélico entre Alemania y Francia. Isidore moría a los 24 años, un 24 de noviembre de 1870 a las 8 de la mañana, en su domicilio de la Rue du Faubourg Montmartre Nº 7. (a 4 meses de haber comenzado la guerra Franco-Prusiana y mientras París sufría el sitio y los bombardeos de los alemanes.) La guerra se desarrolló desde julio de 1870 hasta mayo de 1871, en el que Francia fue derrotada por los estados alemanes liderados por Prusia.Lautréamont murió sin prácticamente haber dejado rastros de su vida: no se conoce el lugar en el que fue enterrado, no se han encontrado los originales de su obra y durante más de 100 años su rostro fue un enigma (recién en 1977, Jacques Lafrére encontraría una fotografía suya en casa de los descendientes de Georges Dazet, un viejo compañero de estudios del poeta).


Según informes, Lautréamont murió de una enfermedad infecciosa, algunos sospechan de escarlatina, otros de tuberculosis. Si tomamos en cuenta lo que escribe en el Canto I de Maldoror nos inclinamos por la última sospecha (…)Aquí yace un adolescente que murió tuberculoso: ya sabéis por qué. No recéis por él.(Maldoror, Canto I). Aunque la experiencia dicta que nunca debemos aceptar como verdad las palabras de un escritor de leyendas fantásticas. «Sé que mi aniquilamiento será completo» (Maldoror, Canto I, estrofa 10) Lautrémont: referente del movimiento Surrealista «Bello como la ley del desarrollo del pecho en los adultos cuya propensión al crecimiento no está en relación con la cantidad de moléculas que su organismo asimila».

Los escritores de 1914/20 lo tomaron como estandarte, surgiendo posteriormente el movimiento surrealista. Su inclinación por las matemáticas y el cuadrado, llevó adelante los sueños de cubistas, dadaístas y surrealistas. Vemos algunos otros ejemplos de visiones que lo llevaron a ocupar el lugar de un precursor del surrealismo hasta nuestros días. (…)Hay horas en la vida en que el hombre de la cabellera piojosa lanza, con los ojos fijos, miradas salvajes sobre las membranas verdes del espacio, pues le parece oír ante silos irónicos abucheos de un fantasma. (…)Pero el fantasma amarillo no le pierde de vista y lo persigue con la misma velocidad. Algunas veces, en una noche de tormenta, mientras legiones de pulpos alados, que desde lejos se parecen a cuervos, planean por encima de las nubes, dirigiéndose con inflexible remada hacia las ciudades de los hombres, con la misión de advertirles que cambien de conducta, el guijarro de mirada sombría ve pasar, uno tras otro, dos seres entre el resplandor del relámpago, y, enjugando una furtiva lágrima de compasión que se desliza de su párpado helado, exclama: Ciertamente, lo merece, es de justicia. Después de haber dicho esto, recobra su actitud feroz, y continúa mirando, con un temblor nervioso, la caza del hombre, y los grandes labios de la vagina sombría, de donde se desprenden sin cesar, como un río, inmensos espermatozoides tenebrosos que toman su ímpetu en el éter lúgubre, escondiendo, con el vasto despliegue de sus alas de murciélago, la naturaleza entera, y las legiones solitarias de pulpos que se han vuelto taciturnos ante el aspecto de esas fulguraciones sordas e inexpresables. Pero durante ese tiempo el steeple-chase continúa entre los dos infatigables corredores, y el fantasma arroja por su boca torrentes de fuego sobre la espalda calcinada del antílope humano. (…)La excavación se evapora, gota de éter, la luz aparece con su cortejo de rayos, como una bandada de chorlitos que cae sobre el espliego, y el hombre se encuentra frente a sí mismo con los turbios ojos abiertos.(…) (Maldoror, Canto II) Es notable también como los poetas llamados «decadentistas» logran aunar sus esfuerzos. El aburrimiento y la soledad juega un papel importante en sus vidas. El tedio, ese gran compañero de horas eternas logra sacar imágenes tan frívolas como depravadas. El 2 de junio de 1740 100 años antes que Lautréamont, nacía en París Donatien Alphonse Francois marqués y más tarde conde de Sade. La referencia que traemos hoy es porque algunos investigadores han dicho que:»Solo Lautrémont está en disposición de aguntarle la mirada» (5) Existe un flujo de ideas entre estos dos autores que en un punto es imposible de separar. En el testamento de Sade, publicado en Le Livre, de Jules Janin (París 1870), año en que coincidentemente muere Lautréamont, se encuentra una idea latente en éste último autor que ya habíamos mencionado anteriormente: «Sé que mi aniquilamiento será completo» (Maldoror, Canto I, estrofa 10)

El testamento de Sade: (…) «una vez cubierta la fosa, se sembrarán bellotas encima de ella para que después, una vez relleno de nuevo el terreno de dicha fosa y estando el matorral tan frondoso como antes, las huellas de mi tumba desaparezcan de la superficie de la tierra, igual que me complazco en pensar que mi memoria también ha de borrarse de la mente de los hombres»En Charenton-Saint-Maurice, en plena posesión de mis facultades físicas y mentales, el 30 de enero de 1806. Firmado, D.A.F.Sade. Estamos de acuerdo en que sólo Lautréamont puede aguantarle la mirada a Sade sobre todo teniendo en cuenta algunas imágenes que encontramos en ambos autores: Sade en: «Las 120 jornadas de Sodoma» se dirige al lector pidiendo que endurezca su corazón porque va a exponer seiscientas perversiones sexuales, todas verdaderas.

Lautréamont en «Maldoror» previene al lector que se prepare a la lectura porque lo va a llevar por caminos que solo el más valiente puede resistir. No vamos a detallar las perversiones de Sade en este estudio, pero si veremos una referencia de Lautréamont que es el autor que nos convoca: (…)»Hay que dejarse crecer las uñas durante quince días.¡ Oh, qué dulzura entonces arrancar brutalmente de su lecho a un niño que aún no tiene nada sobre su labio superior, y, con los ojos muy abiertos, hacer el simulacro de pasar suavemente la mano por la frente, inclinando hacia atrás sus hermosos cabellos! Después, súbitamente, en el momento en que menos lo espera, hundir las largas uñas en su tierno pecho, de manera que no muera, pues si muriera no podríamos contar más tarde con el aspecto de sus miserias. A continuación se le bebe la sangre lamiendo las heridas, y durante ese tiempo, que debería durar tanto como la eternidad, el niño llora. Nada hay tan bueno como su sangre, extraída como acabo de decir, y aún muy caliente, a no ser sus lágrimas, amargas como la sal». Maldoror (Canto I) Este quizás sea el momento más sublime en donde vemos a los dos hombres aguantando la mirada, frente a frente. Son la gota de esperma y la gota de sangre. (…)»Mira los surcos que se han trazado un lecho en mis descoloridas mejillas: son la gota de esperma y la gota de sangre que se filtran lentamente a lo largo de mis secas arrugas. Llegadas al labio superior, hacen un esfuerzo inmenso y penetran en el santuario de mi boca, atraídas como por un imán, por las fauces irresistibles. Me ahogan esas dos gotas implacables. Yo, hasta ahora, me había creído el Todopoderoso, pero no, tengo que bajar la cabeza ante el remordimiento que me grita: ¡Sólo eres un miserable! ¡No des esos saltos! ¡Cállate, cállate… si alguien te oyera! Te volveré a colocar entre mis otros cabellos, pero deja primero que el sol se duerma en el horizonte, a fin de que la noche encubra tus pasos…» Maldoror (Canto III)

Después de Los Cantos de Maldoror (esta obra, no obstante su división aparente en 59 poemas en prosa, forma un todo homogéneo) Ducasse escribió el prefacio de las Poesías «Je remplace la mélancolie par le cuorage, le doute par la certitude, le désespoir par l’espoir, la mehanceté par le bien, Íes plaintes par le devoir, le scepticisme par la fui, les sophismes par la froideur du calme et l’orgueil par la modestie.»

«Reemplazo la melancolía por el coraje, la duda por la certidumbre, la desesperación por la esperanza, la maldad por el bien, las quejas por el deber, el escepticismo por la fe, los sofismas por la frialdad de la calma y el orgullo por la modestia». Ordena: «quemar sobre una pala enrojecida al fuego, con un poco de azúcar rubia, el pato de la duda de labios de vermut, que, derramando en una lucha melancólica entre el bien y el mal, lágrimas que no vienen del corazón, sin máquina neumática hace, en todos lados, el vacío universal».






 
 
 

Comentarios


bottom of page